Asegura investigador que los códices no hablan del futuro, sino del presente que se vivía en Palenque
¿Cuántas veces no se ha repetido en programas televisivos o radiofónicos y en múltiples revistas esotéricas, el escandaloso anuncio de que el mundo se acabará el 23 de diciembre de 2012, de acuerdo a las profecías mayas? ¿Qué esa fecha marca lo mismo la colisión del planeta Tierra con un objeto cósmico, la sucesión de una serie de catástrofes marinas y terrestres, de una hecatombe mundial? ¿Una explosión solar? ¿Incluso la llegada de un OVNI?
Muchos agoreros actuales de los medios electrónicos emplean esa fecha, en la que en efecto concluye el actual ciclo cósmico de la civilización maya, para realizar espectaculares anuncios que amplíen su audiencia o el número de sus lectores. Sin embargo, la verdad es que dichas profecías lo único que prevén es que el dios Bolon Yokte bajará del cielo, quizás por ser el dios que midió la tierra con su paso al inicio del tiempo. Y que la fecha, por cierto, coincide con una conjunción planetaria de Marte, Júpiter y Saturno. Ésta es la explicación de Alfonso Arellano Hernández, investigador del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Se verá una estrellota y el espectáculo será bonito, pero nada más, el mundo va a seguir, pues los mayas utilizaban sus augurios para momentos y lugares específicos y eso no se aplica a nosotros, en la actualidad”, añadió el especialista.
En efecto, el rey Pakal de Palenque consultó a los dioses para saber su destino, pero referido únicamente a él y a su reinado. Y es que las profecías son concretas, no hablan del futuro, únicamente señalan que el presente ciclo de la creación comenzó el 13 de agosto del año 3113 a. C. y que los sucesos de esta cosmogonía terminan en la referida fecha del año 2012. Luego, simplemente comenzará otro ciclo de cinco mil 125 años con algunas horas menos por los ajustes astronómicos.
A diferencia de cosmogonías como la griega o la hebrea, entre los mayas existe la peculiaridad de que en sus relatos hay una gran recurrencia de creaciones previas, lo que significa que se renuevan. Mientras los mexicas cuentan cinco creaciones, los mayas contaron muchísimas más: antes incluso que los dinosaurios o la existencia misma del planeta. “Es el no tiempo de los dioses, ellos hacen cosas antes del fin”, señala Arellano.
El día que nació el Universo, también nació el maíz y el cielo fue alzado y extendido como una manta. Había tres tonos: el de cinco cielo, el de tiburón y el de nenúfar. Justamente los reyes de Palenque se sientan en los tronos originales del día de la creación, lo que los vuelve dioses a ellos. En el tablero de Palenque todos aparecen jóvenes, aunque para esa época el rey tenía 50 años y sus padres ya habían muerto. “Están jugando a ser los dioses”, afirma el historiador.
Las profecías y las interpretaciones de los textos sagrados mayas, aunque reflejaban el orden de lo divino, también lo hacían en el plano de lo cotidiano para sus habitantes: “¿Me puedo casar con ella?, ¿puedo sembrar en esta fecha?, ¿es bueno que tenga un hijo ahora?”. Y eso se empleaba para decidir en todo tipo de cuestiones, en bautizos, ofrendas, caza, la siembra y demás.
“Lo sagrado se cuaja en la cotidianeidad, eso narran los códices”, dijo el miembro fundador del proyecto La Pintura Mural Prehispánica en México, de la historiadora Beatriz de la Fuente. Los días podían ser propicios, neutros o negativos, y conocer esto era vital para distinguir en qué días se podían o no realizar ciertas acciones, pues si no obedecían la armonía divina, las deidades podían mandar pestes, hambrunas y sequías. Para ello se requería de la interpretación de los textos sagrados por parte de los chilam (“el que es boca”) o sacerdotes.
Y esta sabiduría se dejó grabada en piedra, papel, hueso, cerámica y cada que alguien los lee, esa palabra recobra paulatinamente su poder. Traen al presente la vida antigua, de un tiempo mucho más antiguo que trillones de años atrás –los calendarios mayas se remontan a un tiempo que en números occidentales equivale a una cifra con 24 ceros- y a pesar del letargo siguen activos.
Son obras plenas de significado. Todos esos textos no sólo se leen, sino que se cantan, se recitan, se ponen en música, se bailan, porque de lo contrario no funcionan. En realidad, estos documentos son un mero apoyo para la memoria de los sacerdotes o sabios, los chilam.
Otra peculiaridad reiterativa en estos textos es que relatan los hechos de los hombres, pero al mismo tiempo aluden a los tiempos sagrados en que los dioses hicieron cosas similares. Por ejemplo, en un texto se narra cómo el padre y la madre del rey le dan los emblemas sagrados del poder, pero también que tres millones de años atrás, su abuela pasó por el mismo proceso. Y es que no se puede dividir mito e historia entre las culturas prehispánicas, incluso entre sus descendientes actuales, pese a los 500 años de historia tras la Conquista.
“Muchos investigadores nos quedamos con la parte antropológica e histórica, pero olvidamos lo mítico y lo sagrado. Cantidad de textos cuentan las historias de reyes pero siempre mezcladas con historias de dioses, pero hay otros que sólo hablan de los dioses y esto da pie a hacer la historia del Universo”, finalizó el profesor del Centro de Enseñanza para Extranjeros de la UNAM.
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